En 1966 Daido Moriyama pasaba la mayor parte del día tomando fotos. Tras juntar una inmensa colección de imágenes, Moriyama se dedicó a editarlas de la manera más intuitiva posible, no seleccionó fotos por su valor estético, si no por sensaciones primarias dictadas por su retina, su estómago, su piel. Algunos dirán que es muy fácil sacar buenas fotos si tomas muchísimas al día, pero tras ver el resto del trabajo de Moriyama me quedo con la impresión de que fue extremadamente difícil seleccionar unas cuantas fotos para este libro (“Japan: A Photo Theater”).