Ya no sé en que año fue, pero vino. Salió al escenario pequeña y menudita, frágil con un corto vestido strapless amarillo, pegadito. El mismo de la sesión de fotos promocionales. A cada flanco de su delicada estatura, la acompañaban dos enormes hombres estruendosos. Aún así, la más violenta, la más salvaje, la más grande, era ella: PJ Harvey. La fragilidad era un espejismo.
PJ Harvey lleva ya años de gritar. Su enorme boca de dimensiones inusuales, junto con sus pobladas cejas, sólo contrastan con lo diminuto de su cuerpo haciéndola sumamente atractiva y portadora de una rara belleza. No tan genial como su música. O tal vez, a la par. Incluida en nuestra lista de los discos de la década -por supuesto-, recordé que PJ Harvey me impresionaba mucho con sus atuendos cuando yo era puber o niña. Verla caminando por Nueva York con escote hasta el ombligo y un largo collar cual bufanda no era cualquier cosa. No podía pasar desapercibido. Tampoco la ausencia de tetas que nunca antes había sido tan sexy. Menos si era acompañada por la canción Good Fortune.
Quería que este post fuera de PJ Harvey y la moda, pero no tiene sentido. No es ninguna excéntrica: no usa las ropas extrañas de Bjork, Lady Gaga o Roisin Murphy. Sin embargo, justo eso es lo encantador de ella. No necesita llamar la atención para tener su propio sello. No de esa manera. Una camiseta con la leyenda Lick my legs a juego con calzones negros, el escote hasta la cintura… son imágenes que nos obligan a recordarla siempre. Yo lo hago. Pero, como decía, al final no tiene sentido hablar de eso. Lo provocativo de sus atuendos son poco en comparación a su música. Uff, esa también se recordará siempre… yo lo hago.
(Como evidencia basta ver This is love, donde PJ usa un traje blanco con flecos a la Elvis muy, pero muy sexy. La canción lo es más.)

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pj harvey es rock